El 30 de octubre de 2024, Valencia sufrió una inundación devastadora debido a una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), que provocó lluvias torrenciales en la región. Municipios como Buñol, Chera, Cheste, Turís y Chiva registraron más de 400 litros por metro cuadrado en un solo día, equivalente a la precipitación anual de estas zonas.
Esta cantidad de agua saturó rápidamente los cauces de ríos y barrancos, desbordándolos y causando inundaciones en múltiples localidades. La rambla del Poyo, por ejemplo, experimentó una crecida significativa que derrumbó un puente en Picaña. La intensidad y rapidez de las lluvias superaron la capacidad de respuesta de los sistemas de emergencia, resultando en daños materiales considerables y numerosas víctimas mortales.
Por desgracia, el cambio climático es esto: la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos como el que ha ocurrido en la zona de Valencia, con un nivel de destrucción cada vez mayor. Ignorar que estamos traspasando estos límites planetarios provoca muertes que no nos podemos permitir, ni una más.
Mientras la sociedad sufre las dramáticas consecuencias de la emergencia climática, las empresas que basan su negocio en los combustibles fósiles ―principales causantes de la crisis climática― se siguen lucrando y continúan presionando en contra de la ambición climática y para eludir su responsabilidad.








































